El restaurante del “tío” Fred está a tres cuadras de la oficina donde trabaja Mateo y frente a éste figura otro. Fred abrió su restaurante con la liquidación recibida por laborar muchos años en una entidad del estado. Le gustaba el arte de cocinar y los invitados que llegaban a su casa siempre terminaban por alabar su “buena mano” para la cocina.
La decisión
Tomar la decisión de emprender no le fue muy difícil. Por ello, recibida la liquidación, Fred empezó a “hacer números” para saber cuánto requería invertir y el precio al que debía ofrecer sus menús. Había construido una casa y ya imaginaba la grande cochera como zona donde recibir a los comensales. Su idea inicial era instalar 8 mesas con 4 sillas lo que le daba un total de 32 personas siendo atendidas en simultáneo. ¡Funcionó! Ya a los tres meses, los resultados eran de los mejores. Mateo acudía casi diariamente si el trabajo se lo permitía y notaba que cada vez debía hacerlo más temprano para poder tener un lugar pues también estaba ya acostumbrado tanto a la sazón como al ambiente, pese a que había otro restaurante que ofrecía menús al mismo precio. Fred y su familia estaban muy contentos. Al cumplir el año, la demanda se había desbordado pues quienes no lograban hallar un lugar, decidían ir al frente. Si bien para Fred, por un lado, la demanda que tenía era muy buena y lo tenía contento; por el otro, sentía que, de alguna forma, estaba dejando escapar la oportunidad de generar más ingresos y, por ende, más ganancias. Un nuevo reto se avecina Cierto día en la noche decide hablar con su esposa acerca de expandir el restaurante: alquilar un local donde puedan instalar el doble de mesas y así poder atender a toda la demanda que, para entonces, ya tenían. Ya había averiguado algunas opciones y logró ubicar una muy buena opción mucho más cerca de la oficina de dónde provenía la mayor cantidad de sus clientes actuales. Entusiasmado –como al principio- decidió “hacer números”. Sin embargo, éstos “no cuadraban”. Según su análisis, cambiar de local le significaría reducir considerablemente sus ganancias. ¿Qué había sucedido? Uno de los temas recurrentes al decidir emprender -entre otros- es el relacionado a los costos o gastos que debe considerarse. Sea por el entusiasmo, sea por evitar costos adicionales –o tal vez por desconocimiento de la gestión de un negocio- lo que en un principio para Fred, la idea de utilizar el área de la cochera de la casa como restaurante fue de las mejores pues evitaba un desembolso de dinero al alquilar un local; finalmente terminaba de jugarle en contra pues no había considerado dicho “costo” –que en ese momento era nulo- al definir tanto el costo por plato –costo unitario de producción- ni el impacto en el margen de ganancias. Cayó además en cuenta que tampoco había incluido costos como los de los servicios de luz, agua y gas, entre otros. A tener en cuenta Si bien es cierto que al principio evitar incurrir en costos, mediante la incorporación de bienes muebles o inmuebles propios o de cercanos, sea vista como una de las mejores alternativas, hay que tener mucho cuidado de verificar si se trata de una inversión o de un costo para poder operar normalmente, especialmente porque de no hacerlo podría impactar en el cálculo del costo por unidad y, por consecuencia, en las ganancias y en el precio de venta final. Por ello es importante:
Como todo empresario, se visiona empezar desde pequeño y luego crecer poco a poco. Por ello es muy importante no perder de vista todos los costos en los que se incurre para cuando se decida expandir el negocio, el precio habitual de venta no se vea afectado, salvo que se pueda sacrificar las ganancias actuales para conservar a los clientes.
Por Golver Maicelo Ruiz
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