Cuando decidimos ejecutar una idea y transformarla en una realidad tangible, generalmente, lo hacemos a través de una serie de etapas y aunque la idea original se nos haya ocurrido a nosotros casi siempre requerimos del apoyo de otras personas para llevarla a cabo.
Cuando emprendemos por primera vez es muy común contagiar esa energía y emoción a nuestros amigos y familiares y en ocasiones estos se integran a nuestro emprendimiento como miembros del equipo o incluso como socios.
Psicológicamente hablando es bastante comprensible que recurramos a nuestros amigos o familiares para desarrollar nuestro emprendimiento, primero porque son personas de nuestra confianza y podemos confiarle el secreto de nuestro novedoso modelo de negocios y segundo porque simbolizan nuestra zona de confort. Hay una confianza y respaldo intrínsecos y muchas ventajas en términos de comunicación pues es probable que llevemos años conociendo a esas personas. Sin embargo, no todo es color de rosa y seguramente ya muchos emprendedores conocen esto muy bien, y es que tal como sucede con estos aspectos de la vida hay situaciones que no te aseguran el éxito de los negocios o de los proyectos. Tener amigos y familiares interesados en tu negocio es una bendición en el sentido del respaldo emocional pero también pueden representar un verdadero reto o incluso la ruina de la idea dependiendo del grado de madurez y profesionalismo de tus allegados. Un ejemplo claro es cuando iniciamos nuestro emprendimiento en la universidad y decidimos desarrollar esa maravillosa idea con nuestros mejores amigos, esos que siempre nos han respaldado en los deportes, en las fiestas, en las reuniones y en los estudios, pero resulta que en el proceso nos percatamos que no fue una buena idea e incluso corremos el riesgo de perder amistades, pero ¿Por qué ocurre esto? La respuesta es muy sencilla, cuando decidimos emprender estamos embarcándonos en el mundo de los negocios donde se requiere disciplina, análisis y aunque no lo queramos jerarquía, y esta última es una característica que no es propia de los grupos de amigos pues cuando tenemos amigos todos tenemos de cierta forma la misma importancia social y para desarrollar una jerarquía funcional hay que ser bastante conscientes y maduros. Cuando decidimos emprender con la familia suceden situaciones similares, y es que se pueden malinterpretar los requerimientos de la naciente empresa con favores o dinámicas familiares, por ejemplo, tener una reunión y justificar a un familiar porque estaba cansado o querer sacar provecho de las acciones o de los ingresos porque “soy su hermano y lo merezco”, cualquiera que sea el escenario es importante que cuando emprendamos con familiares y amigos definamos una serie de reglas antes de iniciar. Algunas de nuestras recomendaciones son:
Cualquiera que sea tu decisión al momento de emprender asegúrate que tus amigos y familiares amen la idea que van a desarrollar tanto como tú, que la sientan como si fuera de ellos, y recuerda que si deciden no apoyarte trabajando contigo no significa que no les importes, probablemente no se sientan preparados para la labor que deben realizar (o simplemente no la desean hacer) y entienden la complejidad de llevar una relación familiar o amistosa y una relación laboral. Si decides emprender o ya estás en el proceso recuerda que nosotros estamos aquí para apoyarte ¡Somos Lima Emprende!
Por Jonathan Castro
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