Fracaso es una palabra fuerte, que consideramos negativa y que muchas veces no queremos tenerla cerca, pero el fracaso es parte de la vida. A veces no todo sale como planeamos y eso que tanto deseamos o preparamos se hunde, se cae y hasta puede desaparecer para siempre.
Entre los apasionados de la atención al cliente y obviamente también entre los emprendedores se conoce la famosa frase “El cliente siempre tiene la razón”, pero ¿Qué pasa cuando estamos muy seguros que el cliente no tiene la razón?
Si definimos al emprendimiento como una aventura y entendemos las complejidades y satisfacciones que representa desde el primer momento que tenemos una idea de negocios, entonces podemos comprender por qué un equipo de trabajo es uno de los factores más importantes al momento de emprender.
Cuando escuchamos la palabra “moda” inmediatamente viene a nuestra mente el nombre de diseñadores, lugares, eventos y muchas ideas relacionados con el buen gusto y el estilo.
“La bodega de la esquina”
La empresa multinacional de tiendas por conveniencia había ingresado al país hacía sólo tres meses atrás y los resultados obtenidos eran de los mejores. El plan de expansión en la ciudad seguía a paso firme y esta vez tocaba al distrito en el que Isabel ya tenía un emprendimiento que años atrás había establecido: una bodega. Una mañana luego de desayunar, ella se dirige a abrir la bodega, pero antes decide leer el periódico de negocios del día. Entre sorprendida y nerviosa se da con la sorpresa que la tienda por conveniencia en mención había decidido ubicar en su distrito, pocas cuadras de su negocio, su próxima tienda. “¿Y ahora qué voy a hacer?” Se preguntaba mientras se acercaba el primer cliente del día.
Cuando emprendemos estamos tan enfocados en que el proyecto alcance el éxito, logre visibilidad en el mercado, captemos nuevos clientes o aliados que olvidamos que estamos en una etapa de vida que es única y además está llena de tanta diversidad y hasta de movimiento, porque vamos y estamos de aquí para allá, que todo se va juntando y va formando parte de nosotros, de nuestro conocimiento, de nuestra experiencia y hasta de nuestro “know how” porque haciendo todo esto y aprendemos mucho.
De entre todas las características de la personalidad que tenemos los seres humanos para mostrar al mundo hay una en particular que es difícil de reconocer en nosotros mismos y que nos puede traer consecuencias en el mundo del emprendimiento, se trata, como el título de este artículo adelantó, del ego, esa característica que tienen algunos seres humanos donde necesitan mostrar siempre que saben más de algo o que son particularmente sobresalientes en un área.
Emprender es un camino maravilloso, pero si no nos fijamos bien es posible que recorramos ese camino rodeados de un ambiente o de personas que en lugar de motivarnos a llegar a la meta en realidad lo que hacen es retrasarnos o desviarnos.
Luego de laborar por más de treinta años en la empresa y pasar la edad mínima para jubilarse, Cecilia piensa que ya es momento de lograr su independencia laboral y crear su propia empresa. Sabe que, a pesar de la incertidumbre, a su esposo no le desagradaría la idea. A partir de ese momento, pasa por su mente una serie de futuros escenarios viéndose como jefa, por un lado; mientras que por otro, es consciente que no sabe cómo empezar ni qué tipo de negocio abordar. Por un momento recuerda que tiene una vecina, amiga de años, quien cocina muy bien y es la primera idea que se le viene a la mente. Recuerda también que su esposo tiene un amigo que tiene una empresa en el rubro textil y que podría darle algunos consejos. Está muy entusiasmada con la idea pues sabe que con la experiencia de su esposo, como gerente de una empresa grande, la gestión de la misma podría estar asegurada.
El restaurante del “tío” Fred está a tres cuadras de la oficina donde trabaja Mateo y frente a éste figura otro. Fred abrió su restaurante con la liquidación recibida por laborar muchos años en una entidad del estado. Le gustaba el arte de cocinar y los invitados que llegaban a su casa siempre terminaban por alabar su “buena mano” para la cocina.
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