Fracaso es una palabra fuerte, que consideramos negativa y que muchas veces no queremos tenerla cerca, pero el fracaso es parte de la vida. A veces no todo sale como planeamos y eso que tanto deseamos o preparamos se hunde, se cae y hasta puede desaparecer para siempre.
Entre los apasionados de la atención al cliente y obviamente también entre los emprendedores se conoce la famosa frase “El cliente siempre tiene la razón”, pero ¿Qué pasa cuando estamos muy seguros que el cliente no tiene la razón?
El programa YLAI (Young Leaders of Americas Initiative) abre su convocatoria del 14 de agosto al 18 de septiembre de este año a todos los emprendedores de América Latina y El Caribe que están desarrollando proyectos con gran impacto social y económico en la región.
Si definimos al emprendimiento como una aventura y entendemos las complejidades y satisfacciones que representa desde el primer momento que tenemos una idea de negocios, entonces podemos comprender por qué un equipo de trabajo es uno de los factores más importantes al momento de emprender.
Jonathan Castro, uno de los fundadores y directores de Lima Emprende, fue seleccionado para participar en el Programa Eisenhower Fellowships, edición América Latina y el Caribe, que se desarrollará en los Estados Unidos de América durante los meses de octubre y noviembre de este año.
Una persona muy inteligente dijo una vez “La necesidad es la madre de todas las invenciones” y tenía razón, la mayoría de las cosas que existen actualmente nacieron de la necesidad de una persona o un grupo de personas, las lavadoras existen porque las personas ya no deseaban lavar a mano, los autos porque era una necesidad moverse de una forma más óptima y así sucesivamente, sin embargo, Albert Einstein con esa frase no se refería a que la necesidad en si misma debía ser el motor del desarrollo.
Cuando escuchamos la palabra “moda” inmediatamente viene a nuestra mente el nombre de diseñadores, lugares, eventos y muchas ideas relacionados con el buen gusto y el estilo.
“La bodega de la esquina”
La empresa multinacional de tiendas por conveniencia había ingresado al país hacía sólo tres meses atrás y los resultados obtenidos eran de los mejores. El plan de expansión en la ciudad seguía a paso firme y esta vez tocaba al distrito en el que Isabel ya tenía un emprendimiento que años atrás había establecido: una bodega. Una mañana luego de desayunar, ella se dirige a abrir la bodega, pero antes decide leer el periódico de negocios del día. Entre sorprendida y nerviosa se da con la sorpresa que la tienda por conveniencia en mención había decidido ubicar en su distrito, pocas cuadras de su negocio, su próxima tienda. “¿Y ahora qué voy a hacer?” Se preguntaba mientras se acercaba el primer cliente del día.
Cuando emprendemos estamos tan enfocados en que el proyecto alcance el éxito, logre visibilidad en el mercado, captemos nuevos clientes o aliados que olvidamos que estamos en una etapa de vida que es única y además está llena de tanta diversidad y hasta de movimiento, porque vamos y estamos de aquí para allá, que todo se va juntando y va formando parte de nosotros, de nuestro conocimiento, de nuestra experiencia y hasta de nuestro “know how” porque haciendo todo esto y aprendemos mucho.
De entre todas las características de la personalidad que tenemos los seres humanos para mostrar al mundo hay una en particular que es difícil de reconocer en nosotros mismos y que nos puede traer consecuencias en el mundo del emprendimiento, se trata, como el título de este artículo adelantó, del ego, esa característica que tienen algunos seres humanos donde necesitan mostrar siempre que saben más de algo o que son particularmente sobresalientes en un área.
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